Puede que pienses que me estoy contradiciendo con este título. Si has leído mis escritos, sabes que promuevo mucho el mindfulness, porque estoy convencida de que es una de las mejores prácticas para regular nuestro mundo interno. Es una herramienta respaldada tanto por investigaciones científicas como por tradiciones milenarias. Pero entonces, ¿a qué me refiero con este título?
Lo que quiero decir es que la meditación, aunque valiosa, no siempre será la respuesta cuando lo que realmente necesitamos es acción. Hay momentos en la vida donde quedarnos demasiado tiempo en un estado contemplativo puede generar desequilibrios. Sí, la introspección es poderosa, pero la vida también requiere movimiento, decisiones y pasos concretos.
Como seres humanos de carne y hueso, somos vulnerables, y nuestra existencia en este mundo demanda acción. Es en esa acción consciente donde reside nuestra mayor fortaleza. La meditación puede ser una parte importante de nuestra vida, porque ayuda a regular nuestras emociones y a encontrar claridad. Sin embargo, no debe convertirse en la única herramienta que usamos para enfrentar los desafíos.
Cuando accionamos con intención, nos conectamos con el flujo de la vida. Esa acción consciente es un tipo de meditación en sí misma: una que se mueve, crea y transforma. Es ahí, en el hacer, donde encontramos otro nivel de conexión con nosotros mismos y con lo que nos rodea.
Así que sí, ¡medita, claro que sí! Pero no olvides la energía de fuego que también habita en ti. Esa chispa que te impulsa a avanzar con valentía y entusiasmo. Recuerda que en la acción también puedes encontrar momentos de profunda meditación, porque estar presente en cada paso que das es, en esencia, una forma de mindfulness en movimiento.
Con amor,
Michelle Rojas